Parece ser que es sorprende mi admiración por Saturday Night Fever. Se supone que es un gusto excéntrico que me doy. Así, los hay que piensan que todo se debe a mi admiración por su personaje principal, que lo que me gusta es la estética y la música porque soy un hortera. Siendo también muy común la impresión de que soy poseedor de una excelente carencia de gusto. ¿Y qué le voy a hacer yo si siempre me han gustados los mitos?
Es una película que necesita eso de ser dicha, ya que de por sí se asocia a una producción comercial más. Pero la historia y sus personajes son realmente interesantes, merecedores de los más patafísicos análisis ya que en su simple cotidianidad logran reflejar la carencia de presencia vital de cada uno. Son unos personajes 'míticos' por su vitalidad, terriblemente humanos; son la perdición de sí mismos en su carencia de originalidad. Realmente, compararía esta película con Huis Clos de Sartre; eso sí, aprovechándola como puente para darle un buen azote a eso de 'el infierno son los otros'.
Uno de los aspectos más interesantes de la película, es lo cotidiana que resulta. En los extras del DVD, cuentan los 'hacedores' de la misma que querían hacer algo actual y cercano al público joven, que era el que querían enganchar con el film. Seguramente, la vida en Brooklyn no era como la pintan para la mayor parte de sus habitantes, pero la Historia siempre la escriben los ganadores (se dice) así que esa la película sí que supone finalmente algo bien real. Desde White Castle hasta Rocky, pasando por Serpico, STP o los Knicks; la imageniría de la costa Este está toda presente. Nos situamos en un claro mito, donde nuestros cuatro héroes hacen las cosas 'a la manera italiana' a pesar de no ser ninguna película sobre mafiosos. Todo está perfectamente enmarcado en su 'ámbito' a pesar de no perderse en él.
Cabría preguntarse si realmente Tony es alguien especial, el héroe con sentido de la justicia y fuerza para llevar a cabo su destino; ¿qué tiene de real si no es más que un soñador?.
El sentido y el buen hacer del campeón no son más que el reflejo de su don de gentes; y desaparecen cuando este se empaña por el inicio de su Odisea. De pelear no por librarse de ese aparente infierno feliz que son los otros, del barrio indigno para nuestro justo, sino por salir finalmente de casa y sufrir el vital descontrol que siente al moverse en la odiesa que tiene en su cabeza (¿por qué sino llamar a una Discoteca 'Odisea 2001'). La aparente armonía con esa gran petarda llamada Stephany, esa mala-puta que se vende por su carrera en la idealizada 'oficina', que parece animarlo a ser justo, excelso, no es más que el atreyente efecto de la pérfida miel de la madurez. Justificar con la dirección acciones con la misma carencia de peso cotidiano.
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