15 marzo 2005

Estudiantes 1

Anamari me confía que no estudia porque está plenamente convencida de que el estudio no sirve para nada; cuando se pone a estudiar experimenta molestias y dolor de barriga y cada vez que tiene que enfrentarse a un examen oral o escrito tiene miedo...


Vayamos por partes: Cuando Ana piensa que el estudio no sirve para nada ¿qué pretende decir? ¿Que no se usan en la vida ordinaria los conceptos que aparecen en los libros o que después de seguir un plan de estudio no nos encontramos en mejores condiciones de enfrentarse a la vida o de realizarse profesionalmente? Seguramente un poco de todo.

Está algo equivocada Anamari al creer que los conocimientos que integran el plan educativo no sirven para enfrentarse a los problemas cotidianos; ello sólo puede sostenerse desde una consideración superficial y estrecha del saber. Nunca usamos directamente los conceptos y las enseñanzas tal y como aparecen en los libros: nunca se nos va a preguntar una definición fuera de los exámenes, jamás nos van a preguntar el proceso de resolución de un sistema de ecuaciones en nuestro puesto laboral; pero si queremos resolver un cualquier problema de electricidad nos hará falta recurrir a aquellos conocimientos que recogen las definiciones o si tenemos que resolver un problema de cálculo sobre variables nos hará falta echar mano de nuestros conocimientos matemáticos relativos a los sistemas de ecuaciones.


Lamentablemente la relación entre los conceptos aprendidos en las clases y sus aplicaciones a la vida real sólo se perciben cuando hemos asimilado convenientemente los principios científicos, y la dinámica educativa en un sistema donde se estudia por decreto y no por libre decisión, no deja ocasión ni tiempo para que los profesores puedan extenderse en las derivaciones y aplicaciones prácticas.


Los intereses de la adolescencia, hábitos y capacidad de abstracción no suelen ser los idóneos para comprender en profundidad la relación entre los elementos del currículum y las demandas culturales, sociales y profesionales; por ello sería una buena disposición aceptar la capacidad y la autoridad de los intelectuales que han definido y establecido los contenidos de cada etapa del sistema educativo.

Cuando la ansiedad, el temor o el rechazo hacia las actividades escolares alcanza un cierto nivel es posible que nuestro organismo reaccione a esa presión desarrollando síntomas físicos dolorosos. No siempre los síntomas son tan claros. Muchas veces se quedan en dolor de cabeza, cansancio, molestias puntuales como sed, incomodidad o dispersión de la atención. En algunos casos, enfrentarse con el problema y desenmascararlo racionalizando los motivos pueden bastar para corregir sus efectos y lograr la desaparición de las molestias; pero generalmente tendremos que acudir a profesionales especializados para que nos ayuden a superar el problema. El sistema educativo dispone de un cuerpo de orientadores y psicólogos que están a disposición de los estudiantes para ayudarles a resolver la mayor parte de las dificultades. Cuando estos medios no sean suficientes, se puede acudir a los servicios de asistencia del servicio sanitario e incluso a profesionales libres. El tratamiento no debería ser largo y los resultados positivos no deben hacerse esperar.


El miedo a enfrentarse a un examen o a una llamada en las evaluaciones orales, deriva sobre todo de los sentimientos de inseguridad, de la preparación insuficiente, de no afrontar la evaluación como una etapa más en el proceso de estudio o de la falta de habituación a comprobar y valorar las calidades de nuestros aprendizajes. No se puede lograr una calidad aceptable en ningún proceso o actividad humana si no está sometida a un chequeo que posibilite conocer la eficiencia de nuestro trabajo, informe de las disfunciones para la mejor conocimiento y optimización de las funciones. Si afrontamos la evaluación objetivamente, como el mecanismo que nos permite conocer la calidad de nuestro estudio, el desarrollo de nuestro aprendizaje, la constatación del éxito de nuestro esfuerzo; si cuando estudiamos incorporamos a la actividad los mecanismos que nos permitan seguir la evolución de los aprendizajes y optimizar los esfuerzos, los temidos exámenes no vendrían a ser más que una prueba (externa) que completa el seguimiento del estudio.



Marzo 2005 Ovellocorvo

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