Rompiendo con lo que en mi es normal, me dispongo a escribir sobre política. ¡Oh! ¡Qué increíble! ¡Qué habrá pasado! Nada, simplemente que necesito relajar los músculos y las neuronas. Preparar un asignatura sobre el tema me ha dejado demasiado saturado, de tal manera que voy a expulsar toxinas.
Dentro de mis actividades académicas me encontré con un artículo de Jürgen Habermas en el que comentaba el referéndum sobre el Tratado Constitucional Europeo. Lo podeis leer en francés o en inglés y comparar a ver cual os gusta más si no teneis otra cosa que hacer. Es interesante tanto en cuanto nos recuerda ciertos requisitos que tiene el plantearse una Unión Europea y el porqué muchos somos lo que no sentimos ninguna pasión por Habermas.
Habermas tiene bastante derecho a hablar sobre la Unión Europea. Podría considerarse uno de los teóricos que están detrás de la misma. Su influencia en la política actual no diría que es excesiva, pero sí que está muy presenta en la teoría política europea. Podemos incluso afirmar que la idea de una Unión Europea como un estado transnacional y constitucional es la que está detrás de lo que se supone que ha de ser la Unión Europea. Esta propuesta significaría, a grandes líneas, superar la Europa de minifundios nacionalistas no con un nacionalismo europeo sino con un constitucionalismo europeo.
La unión del continente europeo no es una canción nueva, sino que ha sido una cantinela constante a lo largo del tiempo. Desde Alejandro Magno hasta Hitler pasando por Napoleón o San Agustín y aceptando siempre todas su posibles deformidades, hemos visto muchos modelos de unión del viejo continente. Plantearse que estamos preparados para una Europa de europeos, sería un poco ingenuo -algo que en España seguimos intentando aplicar a nuestro pequeño Estado-. Pero Habermas, basándose en el planteamiento de Arendt sobre lo político como el espacio del entre y ese valor contemporáneo llamado estado de bienestar, plantea una una Unión Europea basada en la simple legalidad. La propuesta no es nada idiota. Simplemente sería darnos cuenta de las posibilidades que un espacio legal compartido, acordado y dominado por los ciudadanos puede ofrecer a algo más que una parcela bautizada por los libros de Historia. Un Estado Contitucional Europeo sería algo beneficioso tanto en cuanto sus bases y desarrollo deberían ser los más objetivas posibles. Incluso se diría que es básico si miramos hacia el otro lado del Atlántico. Habermas no lo diría así ya que habría mucho matices muy importantes que señalar, especialmente sobre el modelo constitucional norteamericano que podría ser por su utilitarismo bastante peligroso. Pero yo sólo lo digo para comprender la ventaja básica de una Unión Europea; que es que el tamaño sí que importa para ciertas cosas.
Esto así planteado, es lo que hace que algunos miremos de reojo a Habermas como una inocente mariposa sin profundidad filosófica. La mariposa en cuestión, puede ser muy bonita, pero su belleza sólo reside en unos polvos cromáticos; con un poco de jabón, nos resultaría mucho más fea. Leyendo el artículo anteriormente citado, podremos ver que Habermas se tiene que haber llevado un gran palo con el resultado del referéndum sobre el Tratado Constitucional Europeo en Francia. Tendríamos que decirle "ánimo hombre", pero le diremos, que eso te pasa por hablar de constitución europea sin tener en cuenta la consititución de los europeos.
La negativa de los franceses no me sorprende demasiado; y eso que no me he preocupado lo más mínimo de la noticia. Lo único que sé es que los franceses han dicho que no y Chirac está preocupado. Pero no necesito más, desde la arrogancia que permite hablar desde un planteamiento teórico, diré que en un país donde cada vez que voy hay algún sector económico-social en huelga, manifestándose y, lo que es más imporante, con una cobertura TOTAL de sus actos por los medios de comunicación; no se puede esperar otra cosa. ¿Que qué tiene que ver las huelgas con el Tratado? Pues simplemente, lean a Habermas y su confianza en que la 'izquierda' francesa entenderá el reto.
Las teorías políticas modernas europeas suelen basarse mucho en el activismo de una sociedad civil. Este es el activismo que podemos encontrar en los LUG's -Linux User Groups/Grupos de Usuarios de Linux-, donde usuarios de este kernel que se sienten implicados trabajan de forma local en la defensa global de algo en lo que creen. Las actividades de estos grupos incluyen 'actos políticos'(manifestaciones), pero mayormente se trabaja en ayudar a la implantación del software libre en general, coloquios informativos, jornadas de carácter teórico-práctico... Grupos que actúen de esta forma son minoritarios en Europa; la mayor parte del activismo que podemos encontrar son los de una sociedad politizada. Estos, para que lo entiendan todos, son los famosos parcanteros. Gente que por gritar y arrejuntarse piensa que algo va a cambiar. ¿Que no hay otras opciones para ciertos casos? Bueno, en Estados Unidos lo que se hace, es que el activismo ciudadano (que es el propio de una sociedad civil) centrado en asuntos como una ley de matrimonios se limite a recaudar fondos para manipular a los dirigentes subencionando sus campañas políticas. ¿Qué ventajas tiene esto? Pues hombre, que no sólo los grandes empresarios pagan las campañas de los partidos políticos, sino que estos también tienen que acordarse de cierto grupo que ha conseguido recaudar mucho dinero. Esto no es óptimo, tampoco lo defiendo, pero había que comentarlo.
Lo que quiero decir, es que en una Europa constituída por sociedades políticas, plantear el desarrollo de un estado constitucional, es infantil. No estamos listos para respetar los Derechos Humanos, no estamos listos para una legalidad. Todavía pensamos que las leyes están para ser cumplidas; y aún así nos dedicamos a ser unos piratas, ladrones, racistas... unos malnacidos desagradecidos. La sociedad en la que se podría desarrollar una Unión Europea Contitucional -pues ahí aceptamos el acierto de Habermas planteando una 'posible' Unión Europea- debe entender que la ley está para aplicarse cuando algo rompe con la normalidad de las cosas. Que lo normal es que la ley no esté presente en la cotidianidad, pues la cotidianidad se rige por un espacio del entre, por una convivencia continua asegurada sobre conceptos básicos que no hace falta recordar ni cumplir porque deberían salir de dentro de un Europeo -como sujeto que ha entrado en el 'lugar' Europa-.
Se suele criticar la Declaración de los Derechos Humanos por ser eurocéntrica, por introducir valores básicos a la cultura europea/occidental. Lo curioso, es que tengamos ganas de hablar de cultura, cuando nos referimos a teorías ya que cotidianamente no cumplimos esos derechos por muy europeos que puedan parecer. El Tratado Constitucional Europeo recoge principalmente estos derechos, refleja en gran parte la Declaración de los Derechos Humanos, recoge lo que se supone que son los valores básicos de la cultura europeas, comunes para todo europeo con un par de dedos de frente. ¿Cómo podemos decir que no a eso? Francia lo ha hecho y en España muchos se han alegrado (cuando su defensa del 'no' era que el tratado beneficiaba a Francia y Alemania en decrimento de los buenos españoles... irónico, ¿no?). Una posible explicación sería esta ilusión de una ley que cumplir, una ley que haga que las minas no se agoten y que en el mar siempre haya peces. Los europeos seguimos soñando con una ley 'mágica' capaz de hacer que nuestros mares se llenen de peces y las minas de hierro no se agoten. Sabiendo que el Tratado no hará eso, tenemos unas buenas razones para renegar de él.
Habermas anunciaba la importancia del referéndum francés por ser un país central no sólo geográficamente sino también históricamente. Nos recuerda que dos centros de poder económico-político-social-militar de lo que sería la Unión Europea han protagonizado grandes y enfermizas guerras, y que la formación de una Constitución común implica superar la Historia, la misma que nombra las naciones. Que Francia diga que no, es muy grave. Lo que supone decir 'no' a la Constitución Europea (también lo supone decir 'sí' como lo hemos hecho en España, pero bueno), es que sigamos manteniéndonos en nuestas constitución de ilustrados europeos modernos y totalmente impermeables a nuestra cultura. Una cultura que se basa en la 'educación', pero claro, tal vez por cosa de la secularización, parece implicar la 'educación mágica' que enseña pero no impregna. Una cultura que se cambia a las Escrituras por la Razón en busca de un acercamiento a lo humano, pero también cambiando a Dios por el Estado sin olvidarnos de todos sus superpoderes. Una educación que sitúa al hombre en el centro del universo para que nosotros, analfabetos, situemos al universo alrededor del hombre. Seamos pues como el caballero Don Quijote (que en su desgracia tuvo el honor de reconocerse como el Caballero de la Triste Figura) y seamos por muchos años tristes habitantes egocéntricos de la modernidad.
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