14 julio 2005

Sonidos.

Casualmente me he visto un documental sobre ingeniería de sonido. Aquí una introducción a la misma en inglés para los que, como yo hasta hace poco, desconozcan el asunto. A grandes rasgos es una ciencia que trabaja sobre la sonoridad de los objetos y nuestra reacción ante los diferentes estímulos sonoros. Estudian aspectos como la sonoridad del envase de cristal del iogurt o que los sonidos graves nos suenan bajos de volumen.

Uno de los aspectos más llamativos es que cualquier producto puede ser adecuado para que suene como el fabricante quiere que lo haga. El seco y seguro golpe con el que cerramos la puerta de nuestro coche y la alegre destensión del tostador al lanzar ya no deben ser cosas casuales. Según los ingenieros de sonido deben ser algo muy finamente cuidado. El sonido afecta tanto a la promoción del producto como a la satisfacción del consumidor. ¿Quién quiere una cama que gime con el más mínimo movimiento nocturno? ¿Un coche que al cerrar la puerta suena a chatarra? ¿Una cerradura de seguridad silenciosa?

Se me dió por poner estas ideas en conjunción con otro documental donde podíamos ver la diferencia entre un tanque 'Centurión' original y uno reconvertido, creo que en un 'M1', con unas cuantas chapas. Golpeaban la cubierta con una piedra y el original, con su blindaje, no sonaba, parecía que golpeaban madera en vez de metal. Claro está que si hubiesen llamado a uno de estos ingenieros de sonido, con un buen consejo (el mío sería usar pino en vez de chapa, pero no soy ingeniero) en el diseño del 'tuneado', podrían engañar al comprador haciéndolo sonar como un verdadero blindado.

En el documental sobre ingenieros de sonido nos planteaban los regalos de esta disciplina. Sentado en un autobús, un buen hombre nos explicaba con orgullo el diseño sonoro que habían aplicado para el 'picador de lilas' automático. Lo de 'picador de lilas' es como se le llamaba en francés al interventor de metro y autobús urbano en traducción literal. Habían trabajado en equipo para lograr tres ruídos diferentes: Una agradable validación del viaje que sonase como un cortés buenos días, una llamada al orden en caso de no ser correcto el billete y un aviso inteligente cuando faltaba poco para la caducidad de los abonos como detalle hacia los usuarios.

Este es un ejemplo más del encanto especial del hombre actual. No deja de desarrollar nuevas ciencias y tecnologías sin que caigan en la paradoja de su valor de uso. Lo que personalmente entiendo como una falta de consecuencia; apostamos por lo racional, pero no completamos el sentido que implica. El debate medieval sobre la primacía de la voluntad o la razón lo superamos evitándolo.

La discusión mediaval que nos parecerá intranscendente por hablar de los más trascendente (en el fondo nos esforzamos en ser paradójicos, que quieren que les diga) planteaba si Dios debía ser entendido como voluntad o necesidad. Es decir, a través de la interpretación de las escrituras y la naturaleza creada, acertar a explicar el ser del hombre en el mundo. Por un lado concluir que siendo Dios todopoderoso absolutamente todo dependería de su Voluntad; de tal manera que la única forma de acertar en nuestras acciones fuese apelar a nuestro sentimiento, a nuestra alma, a un orden natural relativo. Por el otro concluir que respondiendo el mundo a la Idea que Dios tiene del mismo podemos conocer el Orden de las cosas con nuestro entendimiento, el cual nos posibilita participar del conocimiento divino.

Está claro que la Modernidad llegó siguiendo las posibilidades de la necesidad. El momento actual de nuestro pensamiento no está ni lejos de los planteamientos desarrollados por Descartes ni de los que plantearon los medievales. Seguimos aplicando los mismos métodos sólo que con una base experimental más amplia. Aquella sentencia sobre enanos a hombros de gigantes que introdujo Bernard de Chartres es la misma que recuerda siglos después Newton. Nada ha cambiado ha cambiado tanto como para que no podamos seguir discutiendo; pero no lo hacemos.

Me resulta desquiciante ver cómo hoy hemos introducido la razón absolutamente práctica que ya no se ha de enfrentar a la voluntad, pues esta misma se racionaliza: ¿Cómo debatir sobre si el individuo puede usar la ingeniería de sonido de una forma buena ó mala? No se han dado cuenta que si alguien quiere comprar un 'M1' para ponerlo en su jardín decorando lo que le importa es que aparentemente sea un 'M1'. La engeniería de sonido nunca tiene porqué ser mala, ya que es una forma más de darle al consumidor lo que realmente quiere; para decorar un jardín, no se compra blindage, se compra la imagen de un tanque. Claro, pero también es cierto que un tanque lo es cuando es blindado. Sin blindaje no deja de ser una simple réplica.

¿Qué coño importa para lo que se use la ingeniería de sonido? Si estamos trabajando en la investigación de cómo suenan las cosas y cómo las escuchamos; no estamos vendiendo tanques ni proyectos de nuestos nuevos 'picadores de lilas'. Todo en esta vida tiene un valor para el hombre moderno, si no puede ser bueno o malo, carece de sentido. Pienso que porque no lo podemos controlar, porque tenemos miedo de darnos cuenta que lo que hacemos no es algo aislado, es algo que parece una simple acción; es un pseudo. Queremos hacer que la razón carezca de peso, que todo lo que no sea razón sea objeto. Y eso, no puede ser, las cosas no son tan fáciles.

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