26 octubre 2005

Raphaël

“Hace muchos años un señor repartió entre sus empleados bienes para que los negociasen y disfrutasen de sus ventajas al mismo tiempo que contribuían a aumentar la hacienda del señor y contribuir a que las riquezas acumuladas pudiesen ser de utilidad a más y más personas.
No sabemos si el señor conocía a sus siervos o, porque los conocía. quiso poner a prueba su discreción y fidelidad, mas el caso fue que otorgó más bienes a aquellos que por sus capacidades estaban mejor dotados para aprovecharlos y una cantidad más moderada a aquellos que estaban menos preparados para la administración de la hacienda.
De todos los males que afectan a los seres debe ser la soberbia el que enferma con frecuencia a las criaturas porque los siervos más favorecidos y los más dotados, al verse al frente de tantas riquezas concibieron la idea de ser iguales o más que su señor y se rebelaron contra él tomando lo que les había sido cedido por su propiedad y tratando de adueñarse de lo que había sido entregado a los otros.
Muchos de los siervos sintieron la tentación de unirse a los malos criados sin reparar en que el que ansía las pertenencias ajenas nunca se ve saciado, y que de salir adelante la empresa ellos mismos serían despojados de lo que se les había confiado. Otros muchos se sintieron dubitativos sin saber qué partido tomar. Pero un pequeño grupo de siervos advirtieron con sensatez de que lo que se les había confiado pertenecía a su señor y de que la obligación de los siervos era cumplir aquello que se les había confiado.
Y liderados por uno de ellos, el más fuerte y decidido, emprendieron la batalla de enfrentarse a los malos siervos para exigirles que fuesen fieles a su señor y devolviesen los bienes que tan malas ideas les habían suscitado. La batalla fue prolongada y terrible porque los malvados siervos se obstinaban en no ceder en sus turbias pretensiones, pero el grupo de siervos fieles, ayudado por los indecisos que vieron pronto claras sus obligaciones, redujeron y echaron de las propiedades a los sublevados.
El señor agradeció de corazón la labor desarrollada por los leales siervos, no tanto porque necesitase de ellos para restaurar el orden cuanto porque habían probado su honestidad y celo en el cumplimiento del deber. Desde entonces Raphaël, es reconocido por todos como el capitán que lideró el restablecimiento de la ley establecida.

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