12 noviembre 2004

Una nota con Kant por medio

En una primera aproximación, Kant se suele
presentar como ’El Gran Sintetizador’. Se le
presenta como una piedra angular que casa racionalismo y
empirismo. Pero la realidad no es así. Kant tiene la
buena idea de intentarlo, pero no por ello lo
consigue.


Personalmente, nunca he sido muy ’amigo’ de
Kant; no lo desprecio lo más mínimo, pero
sí que lo considero un poco ’aburrido’. Y
como uso un par de adjetivo demasiado hetero- doxos, los
explicaré. Con los ’amigos’, uno nunca
dice no a pasar un rato relajado en el que poder ser uno
mismo; con Kant, no puedo ser yo mismo, me siento
encorsetado. De tal modo que me ’aburro’ pues me
veo obligado a actuar de forma enlatada, sin la
espontaneidad que mi cierta juventud me pide. Tal vez,
cuando madure un poco, me sienta más a gusto con
él. Por el momento, su filosofía sigue siendo
chirri- ante.


Una de las cosas que sí admiro, es su
’cosmopolitismo’. Sin salir de Köninsberg,
Kant se presenta como un ciudadano del mundo que se
conocía todas las calles de Londres, aunque fuese por
mapa. Estoy muy de acuerdo con el primer punto, el de no
moverse, pero pienso que hay que reconocer que Londres no se
puede conocer por mapa. Considero que los ciudadanos del
mundo de verdad, son aquellos que saben que, ante todo, sin
importar el lugar, siempre ocupan un espacio de la misma e
inevitable forma. Y dudo de que se pueda conocer una ciu-
dad mientras no se haya perdido uno en ella -cosa que per-
sonalmente me cuesta hacer-.


Pero este cosmopolitismo es también una lacra, la
que le impide hacer una síntesis de lo racional y lo
empírico. Gracias al trabajo del profesor Juan Arana,
me enteraba hoy de cómo la captura de Newton en la
crítica de Kant no era realmente empirista. Kant no
habla realmente de Newton tanto en cuanto no está al
día sobre Newton y la posibilidad de una
’ciencia basada en la observación de lo
empírico’. Lo que realmente recoge, es otra
tradición, la de la ’ciencia basada en la caza
de lo empírico’; una ciencia pragmática
y una ciencia con metafísica previa. Por lo cual,
plantea una no-rotura entre ’ciencias y letras’,
pero lo hace mal. Según parece, pudiera ser
sólo por falta de cuidado de lo que pasaba más
allá de Köninsberg o por falta de cuidado de
qué pasaban más cosas que las de
Köninsberg.


Cabe lamentar que la situación no fuese otra, pues
era un buen momento para esta síntesis. Aunque lo
primero es aprender una lección muy interesante:
"No vale la pena cono- cer Londres con un mapa".
En la época de Kant, tal vez todavía no
estuviera el asunto tan claro como hoy, pero el problema
estaba presente. Desde que la polis abrió sus
puer- tas, la información ya no tiene un foro. Su
espacio puede tenerlo, pero nunca un lugar. Podemos
plantearnos saber de Londres a través de un mapa,
incluso memorizar un mapa, pero Londres, se nos
seguirá pasando mientras no la cuidemos como se lo
merece. E imagino, avispado lector, que entenderás,
que Londres no es aquí más que una enorme
variable, no por tamaño sino por el espacio que
abarca.


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